miércoles, 26 de junio de 2019

MI PRIMER Y ÚLTIMO TRAGO










¡Maldita alarma!

En sólo 500 palabras

Era uno de esos  días adornado con una lluvia copiosa. El envolverte sonido del agua volcaba cualquier deseo impropio haciéndolo parte de algo extraño. No sólo sentías cómo la temperatura  se elevaba sino que comenzabas a externar con un sudor inodoro advirtiendo lo que pareciera era inevitable. Los latidos de un gastado corazón comenzaban a cerciorar que estaba cerca tu deidad. Mientras la respiración comenzaba a ser notoria, la puerta de un cuarto semi-oscuro se abría con detenimiento.

Lo que vi no tenía nada que envidiarle a Afrodita. Mientras se cerraba la puerta, un “hola” indicaba que no había vuelta atrás. El silencio protagonizó todo el espacio cuando mis ojos comenzaban analizar la perfección humana hecha persona. Sólo me bastó con ver esos ojos negros para quedar paralizado. Mientras más se acercaba, más temblaban mis piernas y el sudor comenzaba a hacerme más notorio. En definitiva, estaba poseído.

Tuve que cruzar las piernas… era evidente que mi sangre ya no estaba en mi cerebro. No sabía dónde estaba cuando un ligero movimiento de cabeza ponía al descubierto su hermoso pelo. Mientras más los sacudía, más cerca de mí estaba. Cuando una sonrisa detuvo mi mirada descendente y me hizo volver a esos ojos hipnotizadores que me tenían aferrado a una silla sin decir nada.

Un fuerte relámpago interrumpió mi mirada y supe que estaba sólo en aquel lugar. Eché una rápida mirada por aquel espacio cerrado y descubrí que no tenía escapatoria. Me aferré a la silla y lo próximo que vi fue un lunar que se movía al momento de desplegar una brillante sonrisa. Mientras esos hermosos labios se lubricaban con saliva, otra vez una melodiosa voz me saludaba sin corresponder a su saludo.

Por tercera ocasión me habló. Esta vez no fue un saludo sino que se bajó un poco y me dijo: “tranquilo, todo va a salir bien”, acto seguido situó su suave mano en mi mejilla. Mientras su hermosa sonrisa deleitaba mi mirada me tomó de las manos y me paró de aquella silla. Y como un milagro divino, comencé a caminar donde sólo escuchaba unos tacones que marcaban el ritmo y la ruta para mi destino.

Intenté devolverme pero ya era demasiado tarde. Estaba siendo dirigido como una marioneta en manos de un experto. A la medida que caminábamos, me detuvo sin pensar en qué haría. Mis pies estaban tan frágiles que cualquier soplo podía hacerme caer. Mientras  esos carnosos labios era humedecidos nuevamente una voz detenía por completo mi respiración: “cierra los ojos”. Y como por arte de magia, poco a poco mis ojos comenzaron a cerrarse, dejando al infortunio lo que pudiera suceder. De repente sentí como dos manos tocaban mis mejillas mientras una fuerza magnética me llevaba hacia delante. No sabía lo que pasaría, cuando de repente mis labios comenzaban a abrirse lentamente. Y sin saber lo que iba a suceder sonó la alarma de mi dormitorio avisándome que la hora de levantarse había llegado… Miré el reloj y dije: ¡maldita alarma!